Siéntate y escribe.... otra vez



Siéntate y escribe.... son ya bastantes meses "escuchando" ese mensaje, intentando esquivarlo o darle una salida. Días y semanas enteras de darle vueltas a todo intentando saber qué ocurre, porque me viene ese impulso mudo a la cabeza una y otra. Bueno, en realidad, no es eso lo que quiero descifrar, lo que realmente quiero descifrar es por qué no escribo. A ver si de este sentarme y escribir llego a algún sitio.




Ya en verano de 2018 empecé a rondar la idea de darle vida a este blog. De devolverle a la vida, más bien. Y con ello, tratar de revivir yo. ¿Qué he hecho en estos últimos siete años en los que apenas he leído y apenas he escrito? Lamentarme por no leer lo suficiente y escribir en consecuencia. Un círculo vicioso extraño a la par que triste, lamentable y otros ciento cincuenta adjetivos de corte negativo más. Así que, con todo el buen juicio del planeta tierra y mientras disfrutaba del maravilloso "Dirty Computer", de Janelle Monae, fantaseaba con convertir este blog en un diario personal pero abierto al público. O de conseguir involucrar a más gente y crear una especie de colectivo que escribiese con la música entre ceja y ceja pero con aspiraciones que no necesariamente se circunscribiesen a un estilo cercano al de la prensa musical.

Lo que ha ocurrido posteriormente a ese verano de 2018 es que no ha ocurrido nada. Lo intenté en un viaje a Londres para ver a Smashing Pumpkins en su gira de "reunión" que no contó con D'arcy Wretzky ni siquiera con Melissa Auf Der Maur pero que al menos contaba con James Iha y Jimmy Chamberlin. Bueno, y el concierto fue glorioso, aunque fuera como mero ejercicio de nostalgia, fue un ejercicio de nostalgia de primera. Solo por los primeros guitarrazos de Billy Corgan con una guitarra acústica para abrir el concierto con "Disarm" bien valieron la pasta y los dos días de fiesta para acercarme a Wembley. Claro que también tocaron otras dos o tres decenas de canciones que me mantuvieron con el corazón en un puño. Especialmente, "To Sheila", una canción que parece que solo me gusta a mí aunque en Londres se la cantó casi todo el mundo. No sé si es que solo me gusta a mí o es que la mayoría de la gente que me rodea no entiende que sea una canción de Smashing Pumpkins.


"To Sheila"

Sobre esto tengo que añadir que odio un poco a Corgan porque le leí una vez que realmente no hubo ninguna Sheila. Me partió el corazón. Dos veces. Primero con la canción y luego con la afirmación de que Sheila jamás había existido. Creo recordar que era un rollo de hacer una canción crepuscular o algo así. Me cagué en su estampa en bastantes ocasiones y este párrafo no es más que volver a repetir el ejercicio. Alguien como yo necesita que Sheila hubiese existido. Es, más bien era, algo totalmente vital para mi existencia. Creo no haberlo superado aún. Creo que no lo superaré jamás. Eso sí, la canción me encanta.

Londres es una ciudad que me empuja a querer escribir. Pero luego bebo cerveza y termino bebiendo más cerveza y no escribiendo. Ni siquiera leo en el avión. Al pasear por sus calles, al ver a toda esa gente con la que solo podría comunicarme en inglés, un idioma que controlo pero que no domino, siento como si me desdoblase, como si dejase de ser yo. Bajar a comprar unas cervezas y un paquete de patatas chips se convierte en una experiencia casi literaria. Sin saber muy bien qué intento expresar con lo de experiencia literaria. Es como si en realidad yo estuviese leyendo una novela y yo mismo fuese el protagonista que cuando empieza salgo de un apartamento de Belsize Park para comprar cerveza y patatas fritas en el ultramarinos pakistaní de la esquina. Sé que no empieza como empiezan las buenas novelas pero a mí ya me hace feliz.


Aquí compro la cerveza y las patatas.


Es una sensación totalmente estúpida pero me encanta. Pues bueno, allí, en un Brewdog Point, bueno, en el Bredog Point de Candem, escribí un archivo de cinco páginas titulado ingeniosamente "Siéntate y escribe". A lo largo de esos cinco folios exploraba la idea, las ideas, que me pasaban por la cabeza cada vez que, por alguna extraña razón, comenzaba a bajar unas escaleras y en voz baja me decía a mí mismo: "siéntate y escribe", que puedes leer aquí bajo el estúpido título de "Demo Cero".


El Brewdog Point donde escribí "Demo Cero"


Creo que, bajo el influjo de tres o cuatro indian pale ale y mientras hacía tiempo para ir al aeropuerto, me acerqué bastante dónde quería llegar. Lo que ocurre es que, a veces hasta yo mismo soy incapaz de ver a dónde quiero llegar.

Bien, ¿Dónde quería llegar? Lo primero, quería ver qué se sentía escribiendo en una cafetería o un bar a las once de la mañana con una cerveza pese a que éticamente crea que no es bueno beber antes de las doce. Me pareció una experiencia estúpidamente sensacional. Escribía y escribía, calculo que fueron unos cinco folios y unos doscientos mensajes de whatsap en tres horas, y la gente me miraba y yo fantaseaba con que pensasen que estaba escribiendo aunque admito que lo más probable es que no pensasen en mí en ningún momento.

Lo segundo, quería someterme a una especie de análisis psicológico para ver si realmente era capaz de entender por qué no escribía. Os adelanto, te adelanto, pensar que esto lo va a leer más de una persona es otra estupidez de las mías así que mejor dirigirme solo a un posible lector en vez de a varios, que todo se podría resumir con dos o tres frases: soy un vago, no escribo porque me da pereza y, ahora viene lo peor, parece que no escribo porque estoy tan mal acostumbrado que solo escribo cuando estoy bajo presión porque me van a pagar. Zas. Baño de realidad.

Y para lo explicado en las últimas líneas del párrafo anterior, cinco folios. No me corresponde a mí decir si escribo bien o mal, en realidad, escribo porque me sale fácil porque de lo contrario, estoy seguro que no escribiría. De lo que sí que puedo hablar es de mi efectividad cuando escribo. Escribo rápido y, al menos en castellano, escribía rápido y sin la necesidad de ser editado en demasía al menos mientras fui profesional. Así que claro, me siento a escribir diez líneas sobre cuáles son mis intenciones con este blog a partir de aquí y de cara a este 2020, veinte puntos y veinte rebotes, y ya me he encaminado a escribir y escribir sin llegar a ningún puerto.

Me centro. La primera idea original era que esto fuese un diario personal ligado, de alguna manera, a la música. Claro que en mi mente, un diario personal acabó convirtiéndose en un diario ficticio, o no, sobre la vida de un crítico musical que lo ha perdido todo, tampoco todo pero sí mucho, y que está en un momento tan bajo y gris de su existencia que ha decidido suicidarse. ¿A que asusta? Pues sí, era la historia de un tipo que vio todo lo bueno que pudo ser escribir profesionalmente sobre música en los noventa y que ha ido viendo como su importancia ha ido menguando hasta que su mujer le ha dejado, ha perdido su trabajo de periodista de toda la vida y es incapaz de volver a escribir, por aquello de intentar aprovechar lo de siéntate y escribe.

Y en ese punto entro yo con mis cosas. Que si necesito una especie de escaleta. Que si voy a definir una estructura de capítulos y subcapítulos que aunque luego ni los numere ni los nombre me valgan para ir publicando cosas cada dos o tres días... Yo con mis cosas soy yo intentando perfeccionar todo pero siempre antes de empezar o bien, antes de haber empezado a empezar. Mis neuronas se lanzan a echar carreras y yo a beber cerveza y al final la inacción se materializa de una forma un tanto calamitosa. Con lo cual, todo son buenas intenciones pero bajo ninguna ética de trabajo.

La segunda idea original era la de que este blog fuese una especie de colectivo con gente comprometida a escribir desde diferentes prismas pero siempre alrededor de unos temas consensuados. Todo esto no me lo creo ni yo pero hay momentos en los que creo que cualquier descabellada idea que se me pasa por la cabeza es realizable y que, además, va a funcionar a la perfección. Lo comenté con gente en la que confío. La idea se acogió con cierto espíritu positivo...

Ahí quedó todo. Supongo que yo feliz con no hacer nada para no tener que hacer nada e intentando domar las llamadas que me venían, vienen, a la cabeza con eso de siéntate y escribe. Una semana intentaba darle forma al capítulo piloto de lo que inicialmente iba a ser un diario personal y otro intentando pensar en temas para desarrollar en un nuevo colectivo de prensa musical. Temas como el neo noir como género cinematográfico moderno. Ahora que lo pienso, discutir o intentar darle forma a semejante término pudo haber tenido resultados desternillantes. Al menos hubiésemos aportado a la comedia. Cuidado si todavía no lo ponemos en práctica.

Meses y meses con todo parado menos mis neuronas a doscientos por hora por las autopistas cerebrales. Entiendo que mis neuronas se mueven en dos capas o en dos realidades alternativas dentro de un mismo cerebro.

En una capa o realidad, le dan forma a un piloto sobre un diario ficticio o no, sobre un crítico musical que ha decidido suicidarse pero en clave de comedia, adelanto que al final no se suicida y que el final es agridulce pero sin suicidios más que nada porque sé que alguna de las dos o tres personas que lean esto van a pensar que alguna vez he pensado en el suicido. Pero no, jamás he pensado en mi suicidio pero sí en el suicidio de otros que todavía no se han suicidado. Donald Trump. Mariano Rajoy. Cristiano Ronaldo. Arturo Pérez Reverte...

En otra realidad, o capa, de una forma silenciosa y tremendamente eficaz, otras neuronas consiguen convencerme de que es mejor no hacer nada para no tener que hacer nada. La cosa está en que son tan eficaces porque yo no me doy cuenta de lo que hacen con mi mente. Mi mente juega conmigo a mis espaldas. Es algo perverso.

Así que hace dos días, el sábado, sentí el innecesario impulso de coger una especie de marquesina de esas en las que se pueden poner letras al estilo de los cines antiguos que compré hace unos meses no sé bien para qué. No sabía qué poner. Intenté recordar algún título de alguna canción que me dijese algo. Me vinieron varias a la cabeza, "Big Sky", "Breakdown", "Annapurnas", "Haiek gu"... pero todas eran especialmente cortas y algunas con palabras que no caben en una línea. Justo en ese momento en el que llegué a pensar, a veces soy perspicaz, que estaba perdiendo el tiempo, me brotó lo que me viene brotando en la cabeza desde hace meses y más meses cuando no es que me ponga a beber cerveza: siéntate y escribe.

Lo puse en el armario de la entrada. Incluso lo encendí en el modo en el que fluctúa entre diferentes colores. Fue una auténtica tortura de día. Una real y soberana porquería de día. Miraba al cuarto donde tengo el ordenador con el que escribo cuando recibo un encargo para escribir y lo odiaba con todas mis fuerzas. No quería ir. Quería seguir haciendo todo lo posible por no hacer nada.

Al final, por pura vergüenza ante absolutamente nadie porque no creo que nadie en casa entienda lo que ocurre en mi cabeza, me acerqué a escribir. Tres párrafos que me parecieron horribles. No es que me parecieran indignos de ser publicados, es que no me parecían ni tan siquiera dignos de haber sido escritos. Los borré. Me enfadé mucho. Me sentía abatido. No era capaz de escribir. Se había acabado todo. Vi el fin cerca. Con tristeza en una de las realidades neuronales de mi cerebro pero en la otra supongo que a pleno rendimiento intentando dejarme hacer para así no tener que volver a hacer nada.

En estos momentos en los que quería escribir diez líneas intentando explicar una cosa simple no sé si todo aquello sirvió de catarsis. Pero bueno. Estoy escribiendo.

Bien, lo que quería contar hacer una hora es que, para arrancar con este blog, voy a repasar los que me parecieron los doce mejores discos de 2019. Los puse en twitter. Sospecho que a la gente no le importa en absoluto pero a mí me encanta hacerlo. Sacrificaría las cenas de noche buena y noche vieja y las comidas de navidad y año nuevo por hacer una fotografía colectiva de todos los discos que me he comprado dentro del mismo año, hacer mi top ten o mi top doce o mi top veinte. Y luego colocarlos en la estantería junto a los demás discos.

Tampoco voy a escribir sobre ellos de una forma ortodoxa cercana al a prensa musical escrita. Vamos, no voy a escribir críticas al uso. Si no que, aquí llega lo bueno, lo voy a hacer intentando darle forma de un diario personal. ¡Toma ya! Derroche de ingenio, lo sé. Pero por todos es sabido que en las ocasiones de atasco creativo hay que volver a los orígenes. Si esto último te parece una tontería es porque lo es. Chorrada de tomo y lomo pero me gusta que haya funcionado.

Además, tengo otros dos temas apasionantes, aparte de las ciento veinticinco ideas que pasan por mis autopistas neuronales a la hora pero que las neuronas traidoras acaban silenciando porque realmente lo que quiero es lo que quiero. Quejarme por no poder o por no escribir. O por no leer o por no poder leer.

Pocas reglas me pongo. Escribir diez líneas a diario. Aunque a veces sean más y otras veces sean diez. Que haya tanta realidad como ficción partiendo de la idea de que la ficción no es más que realidad depurada para el consumo. Que escriba mientras escucho música como ahora estoy escuchando este disco:





Hace unos minutos escuchaba este:




Y cuando he empezado escuchaba este otro:




También que quiero hacerlo crudo. Sin dejar los textos en la nevera para repasarlos, editarlos, pedir que me los lean... que salga como salga. Que piense como piense. Ah. Y sin que el crítico musical se suicide porque eso sí que es ficción en cualquier plano que se os pueda, se te pueda, ocurrir. Incluso siendo ficción, como ya os he contado, te he contado, realmente no se iba a suicidar. Pese a haberlo perdido todo el tío iba a rehacer su vida. 

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