Unbelievable, la desasosegante ansiedad por que pase algo bueno




Primera serie que cae en este 2020 con la suerte de que es unitaria, no habrá más temporadas, y, encima, es notable e incluso a ratos, sobresaliente. Arrastra aspectos relativos al formato de telefilme pero destaca por un gran trabajo de las actrices principales. El guión, escrito sobre un artículo basado en hechos reales ganador de un premio Pulitzer, busca crear una empatía emocional directa entre espectadores y protagonistas.



Los servicios de streaming y la inabarcable oferta que despliegan son a menudo mis, nuestros, enemigos. Son un signo claro de los tiempos. Netflix, HBO, Prime, Filmin y Movistar nos sepultan en un vertedero emocional e intelectual de contenidos entre los que a menudo resulta difícil decantarse. Por un lado porque los patrones de calidad ya no están tan claros como en el pasado, probablemente por la mera diversificación y multiplicación de la oferta. Por otra, por la inagotable sensación de que no se llega a todo lo que se quiere. El tsunami de contenidos nos cogió por sorpresa en la orilla de alguna playa de Sri Lanka y años después seguimos sin haber vuelto a pisar tierra firme. Somos náufragos en busca de nuestro universo previo que nos conformamos con un árbol o un altillo en el que descansar unas horas hasta que la corriente vuelva a arrastrarnos. Y esos árboles y altillos no son más que buenas temporadas de buenas series ante las cuales nos concedemos algo de paz y de paciencia para disfrutar.

Por cierto, mientras escribo estoy escuchando al gran maestro Angelo Badalamenti. Concretamente, esta lista de reproducción:




A finales de 2019 y tras terminar una sorpresivamente buena primera temporada de Watchmen, en casa tratamos de recuperar el segundo capítulo de la segunda entrega de la magistral Mindhunter. Pero la realidad, el cansancio, la tregua que llega cada día de la semana a eso de las 22 horas, nos pasa por encima. No se trata del ritmo escogido por David Fincher para narrar las andanzas de Holden Ford, Bill Tench y Wendy Carr. Se trata del ritmo con el que afrontamos los visionados. Ponerlo y dormirse al de diez minutos lastra el contenido y la relación que guardas con la narración, los personajes, la ambientación, los acontecimientos, el producto... En una situación similar estábamos con The Boys

En plenas vacaciones navideñas me leí este ligero artículo de Jotdown sobre las mejores series de 2019 en el que figuraban Watchmen, The Boys y Unbelievable pero no aparecía Mindhunter. Allá ellos. Así que esa misma noche sin darme tiempo a pensar demasiado, creedme que no es fácil, apreté el play sobre la serie de Netflix y todo encajó desde el primer minuto. 

La vulnerabilidad de la protagonista, violada por un violador en serie, totalmente desprotegida por su entorno y "violada" de nuevo por un sistema complacido por su supuesta eficacia pero totalmente anclado en un machismo sistémico resulta cautivadora. No es nada nueva, la desdicha ajena crea empatía entre consumidores y narraciones desde tiempos pretéritos. 

No pasaba un minuto sin que me dijese a mí mismo que tenía que ocurrirle algo bueno a Marie Adler, nombre ficticio con el que se dota a la chica de 18 años violada a mediados de la década pasada en el estado de Washington, EEUU. Que alguien debía abrazarla, acompañarla en su tormento, ayudarla ante un sistema vago, torpe, clasista y sexista. 

Las agentes Grace Rasmussen y Karen Duvall.

Los mecanismos empáticos puestos en marcha por los guionistas y creadores de la serie no se quedaban únicamente en el desgarrador personaje de Marie Adler, interpretado convincentemente por Kaitlyn Dever. En una secuencia paralela al tortuoso existir de Adler, en el estado de Colorado, dos detectives de diferentes condados se conocen fortuitamente hasta percatarse de que lo que les ocurre es que comparten caso.

Grace Rasmussen (Toni Collette) y Karen Duvall (Merritt Wever) ejercen su trabajo y responsabilidad como detectives desde un prisma opuesto al que utilizan los detectives barones encargados del caso de Marie Adler en el estado vecino. Rasmussen y Duvall se siente obligadas a ayudar a las víctimas de violaciones que parecen ser llevadas a cabo por un mismo patrón. Comparten el dolor, la angustia y sienten la presión por que cada día que pasa la posibilidad de que haya una nueva víctima es real e insoportable.

Todo está cuidado. Sus voces, sus entonaciones, sus sonrisas, sus ansiedades como mujeres que luchan contra una injusticia social de la que solo se sienten víctimas ellas, quedan reflejadas casi en cada escena. Las detectives empatizan con Marie Adler en la distancia de igual forma que quien consume la historia expectante, empatiza con Adler, el resto de víctimas, las detectives, sus ayudantes... El nivel de magnetismo imprimido por las actrices es tal que en muchas ocasiones uno siente la necesidad de saltar la pantalla, darles las gracias por lo que hacen y por cómo lo hacen, intentar ayudar, ser útil, ser todo lo contrario al laberinto burocrático brutalmente condescendiente, racista, clasista y machista que es el sistema.

Toni Collette y Karen Duvall concretan un diálogo actoral que guarda algunos paralelismos con el que ofrecían Woody Harrelson y Mathew McConaughey en la primera entrega de True Detective sobre la que puedes indagar en el artículo La primera temporada de True Detective es la mejor primera temporada de la historia... o casi.

La virtud, y relativa novedad, porque el diálogo es paralelo y no similar, yace en las intenciones comunicativas que Collette y Duvall le aplican a sus respectivos personajes. A la empatía con la que abordan no solo el caso, los casos, si no cada conversación con cualquier otro personaje de la historia.

Y es que en cierto modo, Unbelievable es una especie de True Detective en el que la empatía, la inteligencia emocional y los sentimientos son tan capitales como la testosterona y la violencia física, sexual o lingüística heredada del cine y la novela negra de los cincuenta que ha servido de unidad totémica para el género y para True Detective. Unbelievable es True Detective abordado desde la bondad frente a la injusticia y no desde la oscuridad y el velo gótico y nihilista que tan bien utiliza Nic Pizzolato en sus obras.

Unbelievable, Creedme en castellano, pasa por ser una serie entre el notable y el sobresaliente, con un ritmo incesante, unas interpretaciones cálidas y un desarrollo de mecanismos narrativos que envuelve al espectador para incluirlo en la trama de una forma sentimental, emocional y directa. Una perfecta manera de comenzar este 2020, veinte puntos, veinte rebotes.



Comentarios