FEAR THE WALKING DEAD. Reflexiones sobre el capítulo 1x03. (Spoiler)




1x03. The dog.



El tercer capítulo del spin off de The Walking Dead llegó a su cita dominical nocturna tras una semana de descanso. Y lo hizo ahondando en el mismo lenguaje telefilmico de los primeros capítulos, sin apenas explorar territorios nuevos, con escaso ritmo y sin trabajar los personajes. La sensación de que lo único que se va a hacer con esta serie es aprovechar el tirón de la serie madre es cada vez mayor. La sensación de estar perdiendo el tiempo es cada vez más agobiante.

Agobia la oportunidad desaprovechada pero no la serie. Nunca la serie. En un escenario como el propuesto, con un extraño y desolador virus arrasando el planeta y teniendo la oportunidad de contar el estallido de la enfermedad desde una ciudad como Los Angeles, la historia se centra en problemas personales ajenos al momento. Cuando no plantea situaciones directamente ridículas.

El capítulo arranca con la familia desestructurada de Travis Manawa refugiada en la barbería de la familia de Daniel Salazar. En la calle los disturbios surgidos tras los malentendidos provocados por los tiroteos a varios enfermos/zombis arrasan la ciudad. Lógicamente estar escondidos tras una fina persiana metálica mientras fuera arde Troya no puede durar demasiado y al final los alborotadores acaban entrando en la barbería. Mientras los desestructurados Manawa y los Salazar escapan por las calles de Los Angeles, asistimos a una especie de rave en la que todo el mundo parece puesto hasta las trancas y los policías ambientan con luces de colores y samples. Quizá sea una cuestión de cultura. Quizá a este lado del charco desconozcamos los disturbios estadonunidenses pero la circense visión seudotechnodisco de la agitación de las masas del equipo de Fear The Walking Dead es realmente inquietante. Más cuando entre colocón y colocón, entre peña bailando "to loca", vándalos volcando coches y policía poniendo atmósfera y diversión, hay gente que se está comiendo a otra gente. Al lado. Tocando a los juerguistas. Todo mezclado. Como si fuera lo mismo.


Un caminante encapuchado vagando entre los disturbios mira desafiante a la audiencia.


Paralelamente, en el barrio residencial con vallas blancas, jardín verde y chalet unifamiliar de dos pisos acabado en tonos eminentemente blancos, la también desestructurada familia Clark pasa la noche jugando al Monopoly entre sobresaltos y sustos de muerte. Eso, después de que tanto madre como hijo hayan asistido a varios ataques de enfermos a sanos en las últimas horas. Y esta es una de las cosas más extrañas de este arranque de Fear The Walking Dead. La sicología un tanto relajada e incluso autista de la mayoría de los personajes pero, en especial, de los que más han visto y de los que más conclusiones deberían estar sacando de la situación.

Apenas se preguntan nada. Nadie busca conclusiones. Los medios de comunicación apenas aparecen en la narración. Creando una situación poco creíble e incómoda para el espectador, no por que el argumento sorprenda o entretenga, más bien porque está desprovisto de razonamientos lógicos con los que afrontar las situaciones que se describen en la trama.

Por ejemplo, después de haber estado jugando al Monopoly y un par de horas después de ver como un caminante/zombie/enfermo atacaba a la vecina de la casa del otro lado de la calle, empiezan a preocuparse y ven la imperiosa necesidad de hacerse con un arma. En este punto se desencadena una sucesión de situaciones entre cómicas y estúpidas. Resulta que para ir a casa de los vecinos de al lado hay que atravesar un laberinto metálico. Una vez en la casa cogen una escopeta y cartuchos. Incomprensiblemente, vuelven a su casa y dejan los cartuchos en casa del vecino. No se dan cuenta hasta que parece demasiado tarde. Uno de los miembros vuelve. Y vuelve y de repente, hay un zombie en el laberinto. ¡Un laberinto metálico en un jardín!

Ya después de esto simplemente fue bastante insufrible esperar a la finalización del capítulo. Que termina con las fuezas especiales del ejército haciéndose con la situación en el vecindario. Pese a todo, como fans de Guns N' Roses que somos, allí estaremos para ver el cuarto. Menos mal que solo son seis.

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