THE WALKING DEAD. Reflexiones sobre el capítulo 5x12. (Spoliers)


5x12. Remember. 



Avanza la quinta temporada de The Walking Dead y lo hace recuperando la esencia del cómic original. El grupo, completamente paranoico e inseguro, afronta su llegada a Alexandria con total escepticismo. Como perros apaleados por una naturaleza desbocada y despiadada no terminan de creerse que exista la opción de volver a vivir como vivían los seres humanos antes de la apocalipsis caminante. Como supervivientes natos dentro de la misma desbocada y despiadada naturaleza ni siquiera creen necesario o positivo volver a vivir como antes porque eso les hará débiles.

Un razonamiento curioso pero tremendamente necesario. Si bien en el anterior capítulo la desconfianza de Rick podía llegar a ser exasperante, una vez en Alexandria parece más justificado que nunca. Sin embargo, la nueva comunidad, amurallada, fortificada, autosificiente energéticamente y repleta de grandes mansiones listas para ser ocupadas invitan a la tranquilidad. A relajarse y a intentar vivir nuevamente en un mundo civilizado.

Lo que ocurre, o al menos a eso parece apuntar el capítulo, es que todo lo que está cerrado corre el peligro de acabar oliendo a cerrado. Y en algunos lances de la trama se puede intuir que el prístino equilibrio que parece mantener la comunidad de Alexandria, lógicamente, no es tan prístino ni tan equilibrado.


 Rick acicalado y cumpliendo con su trabajo diario.



No obstante el capítulo cogió fuerza aferrándose a algún nuevo personaje interesante. Tal es el caso de Deanna Monroe. Si hasta ahora habíamos asistido a una especie de análisis/proyección sociopolítica de cómo encajaría un policía o un cura en el mundo apocalíptico de los caminantes, ayer fue el día de hacer lo propio con un político. Claro que en un mundo en el que la política actual no tiene cabida, la línea política que sigue Monroe es tradicional, de libro. Buscando un equilibrio en la comunidad que se consigue mediante la selección analítica de sus miembros, el reparto de funciones (brutal la frase "al final han acabado ganando los comunistas") y la búsqueda de víveres. Aprovechándose de un lugar ya construido y de la formación de todos y cada uno de los elementos que componen la comunidad. Todo ello desde un punto de vista filosófico y, al menos apunta a ello, ético.

Resulta interesante porque todo parece relativamente lógico. Salvo el problema destacado antes, todo lo que está cerrado corre el peligro de que acabe oliendo a cerrado, el planteamiento político y social de convivencia que plantea Monroe es tremendamente pragmático. Y el choque que plantean los guionistas, siguiendo las líneas maestras del cómic, entre la idea de la supervivencia de Rick y la idea de la supervivencia de Deanna Monroe resulta fascinante.

Por un lado tenemos la vertiente salvaje, nómada y necesariamente despiadada del grupo protagonista. Por otro un asentamiento comunitario cerrado, civilizado y relativamente despiadado. Hay confrontación entre algunas posturas políticas de un grupo y otro pero el objetivo común es el mismo: sobrevivir. Indudablemente resulta atractiva la idea de Alexandria si uno se pone en la piel de los personajes de la serie. Pero el sentido común ya le hubiese dicho a la política Deanna Monroe una cosa que probablemente esta ya sepa: para que un asentamiento sea estable, perdure y crezca es necesario que se dé la acumulación de riqueza. Es necesario un excedente. Y por lo visto, la búsqueda de víveres sigue siendo la principal fuente de recursos de Alexandria. Su talón de Aquiles junto con el peligro de alcanzar un proceso de putrefacción por falta de aire fresco. 

La serie ha alcanzado un punto interesante tanto en la trama principal y los debates a los que pueda inducir como en subtramas posibles de cara a un futuro inmediato. Y todo ello sin la necesidad de que el espíritu de Hanibal y MA Barracus sobrevuele nuestros televisores. Veamos cuanto dura.

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