Tori Amos "Unrepeant Geraldines" (2014)
Vuelta a la normalidad.
Tori Amos vuelve a la actualidad con su decimosegundo disco de estudio. Lejos quedan los días de vino y rosas en plena ebullición compositiva de la autora y de tentativa de riesgo de una industria que perdió la valentía al mismo ritmo que los ingresos. No es este un momento apropiado para buscar un disco repleto de éxitos potenciales. Algo que logró por partida doble entre los años 1994 y 1996 con "Under the Pink" y "Boys for Pele". Es un momento para centrarse en lo que hace, enfocar su propuesta musical a sus fans de toda la vida partiendo de una profesionalidad que le lleva a marcarse un reto con cada trabajo.
Esta filosofía ha marcado una tendencia peligrosa ya que la suma de nuevos adeptos puede quedar en vía muerta. Además, Amos apuesta por entregar a sus fans discos de larga duración con el número suficiente de canciones para aguantar entre publicación y publicación. Su altruismo, indudablemente a agradecer, ha sido quizá el peor enemigo de "The Beekeeper", "American Doll Posse" y "Abnormally Attracted to Sin".
De cara a su trabajo de 2014 la duración se ha visto sensiblemente reducida para catorce canciones. "Unrepentant Geraldines" rompe con la dinámica de música clásica y música de cámara que había predominado en sus dos trabajos de estudio anteriores. Vuelve al formato trío con piano, guitarra y batería pero sin dejar de lado la vertiente de arreglos más folk y clásica.
Los mejores temas, a la altura de la leyenda, son "Wild Way", "Promise" e "Invisible Boy". La primera es una composición impresionante y preciosa. Cristalina y vital. La segunda es la ya habitual colaboración con su hija Natashya "Tash" Hawley. Es curioso que los mejores temas de las últimas dos obras vengan firmadas junto a su hija. En "Night of Hunters" Tash podía presumir de una voz salvaje y sin domesticar que llegaba a intimidar. En "Promise", un emotivo dueto, enseña una voz modulada y educada en la corrección para un resultado inmejorable. Quizá sea esta la composición de Amos más simple que se recuerde pero es efectiva como pocas. Con otro tratamiento en la producción podría ser una balada con capacidad para competir en las listas de éxitos. "Invisible Boy", por su parte, es un brillante broche final a un disco notable que no cuenta nada nuevo pero que tampoco se rinde al estatismo.
"Unrepentant Geraldines" en líneas generales recuerda a "Scarlet's Walk" pero no alcanza la grandeza de aquel. "America", "Weatherman" y "Selkie" se mueven en esa onda pero sin la vertebración y el gancho de aquella Tori que probablemente no volverá nunca. El resto del disco se mueve entre los arreglos más cercanos al folk de "Midwinter Graces" y licencias arriesgadas que no trascenderán.
12 trabajos de estudio manteniendo una línea notable y sin errores reprochables han de suponer una carrera brillante. Tori Amos la tiene.
Esta filosofía ha marcado una tendencia peligrosa ya que la suma de nuevos adeptos puede quedar en vía muerta. Además, Amos apuesta por entregar a sus fans discos de larga duración con el número suficiente de canciones para aguantar entre publicación y publicación. Su altruismo, indudablemente a agradecer, ha sido quizá el peor enemigo de "The Beekeeper", "American Doll Posse" y "Abnormally Attracted to Sin".
De cara a su trabajo de 2014 la duración se ha visto sensiblemente reducida para catorce canciones. "Unrepentant Geraldines" rompe con la dinámica de música clásica y música de cámara que había predominado en sus dos trabajos de estudio anteriores. Vuelve al formato trío con piano, guitarra y batería pero sin dejar de lado la vertiente de arreglos más folk y clásica.
Los mejores temas, a la altura de la leyenda, son "Wild Way", "Promise" e "Invisible Boy". La primera es una composición impresionante y preciosa. Cristalina y vital. La segunda es la ya habitual colaboración con su hija Natashya "Tash" Hawley. Es curioso que los mejores temas de las últimas dos obras vengan firmadas junto a su hija. En "Night of Hunters" Tash podía presumir de una voz salvaje y sin domesticar que llegaba a intimidar. En "Promise", un emotivo dueto, enseña una voz modulada y educada en la corrección para un resultado inmejorable. Quizá sea esta la composición de Amos más simple que se recuerde pero es efectiva como pocas. Con otro tratamiento en la producción podría ser una balada con capacidad para competir en las listas de éxitos. "Invisible Boy", por su parte, es un brillante broche final a un disco notable que no cuenta nada nuevo pero que tampoco se rinde al estatismo.
"Unrepentant Geraldines" en líneas generales recuerda a "Scarlet's Walk" pero no alcanza la grandeza de aquel. "America", "Weatherman" y "Selkie" se mueven en esa onda pero sin la vertebración y el gancho de aquella Tori que probablemente no volverá nunca. El resto del disco se mueve entre los arreglos más cercanos al folk de "Midwinter Graces" y licencias arriesgadas que no trascenderán.
12 trabajos de estudio manteniendo una línea notable y sin errores reprochables han de suponer una carrera brillante. Tori Amos la tiene.
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