Azkena Rock Festival 2015: El festival de las mil caras (I).


Una nueva edición del Azkena Rock Festival. Nuevas alegrías, nuevos descubrimientos, nuevas decepciones y los mismos errores de siempre presentados de forma diferente. El de Gasteiz sigue siendo uno de los eventos rockeros más especiales en cuanto a calidad de las bandas, precio de la entrada y a la relación público-recinto. Ahora solo queda recordar y cruzar los dedos para que el Azkena Rock Festival 2016 sea por lo menos igual de bueno que el de 2015.


HighLights abrieron el festival por todo lo alto. (Foto: Last Tour International)

Viernes 19 de junio
Ilusión, regresos acertados y regresos fallidos
Incluso para un festival como el Azkena Rock Festival, el cartel es un mar de ofertas y dudas entre las que hay que elegir y tomar una serie de decisiones que no siempre son acertadas. Con la variable de los solapes añadida para la edición 2015, no solo había que descansar o alimentarse, también había que descartar algunas actuaciones para centrarse en otras porque, hasta el momento, el desdoble no es una cualidad humana. No obstante, vaya por delante que ojalá el mayor de nuestros problemas sean los solapes dolorosos.

Entre la oferta presentada, la más interesante era la que cubría a bandas jóvenes con mucho futuro por delante y toda la ilusión del mundo en sus venas y la de formaciones que vuelven a la existencia tras años de parón. Bajo esa premisa, fue ineludible la cita con HighLights, cuarteto de Arrigorriaga recomendado desde estas páginas en infinidad de ocasiones. 17:20 horas, escenario dos, sol en la cara y magia en las guitarras. Una sonrisa de oreja a oreja y un puñado de composiciones de ensueño resueltas en el directo de Mendizabala con una calidad pasmosa para una joven banda que da sus primeros pasos. Pero claro, unos pasos tremendamente sólidos y acertados. A principios de año presentaron "Storming the Gates", un ep de seis canciones en el que el hard rock enraizado en los años 70, con un fuerte acento sureño y algún guiño festivo. Esto es, UFO, Mountain y Guns N' Roses en una coctelera para un hard rock ejecutado de forma sobresaliente por Mario, Miguel, Xabi y Sergio.

En su bautizo azkenero mostraron todo lo que son y alguna cosa más. "Last Sunset" es el tema perfecto para un comienzo perfecto. Un riff seco, Miguel cantando como un motero forajido y un estribillo empapado en bourbon y nostalgia. Si la memoria no falla, odio eterno a las libretas en un concierto, el segundo tema fue "Silver Queen", hard rock con una sonrisa en la boca y la felicidad en el horizonte. Siguió "FASOS", Mississippi, barco de vapor y ases en la manga. Un tema nuevo, imposible recordar el título, que casi sonó mejor que los conocidos y momento cumbre con "Blixie Tombs", uno de los momentos del ARF 2015. Tiempo para homenajear a los maestros UFO con un sudoroso, respetuoso y acertado "Shoot Shoot" y despedida por todo lo alto.

De HighLights solo cabe esperar a su primer larga duración. Ver como llegan a nuevas composiciones y como se defienden a lo largo de diez o más canciones que presenten las coordenadas definitivas que hasta ahora solo han insinuado. Esto es, hasta ahora, el cuarteto de Arrigorriaga ha arrojado luz en demasiadas direcciones. Su siguiente paso discográfico debe certificar que son la gran banda que parecen, su calidad compositiva y, además, el hard rock del que están hechos como grupo. Mientras tanto, quien pueda verlos en directo que no perdone la ocasión porque de lo contrario no podrá perdonárselo nunca.

Siguiendo con la ilusión, cabe destacar a uno de los grandes triunfadores del Azkena Rock Festival 2015. Lee Bains III & The Glory Fires sepultaron el escenario tres con un tsunami de rock n' roll sudoroso de poso sureño y carácter incontrolado. Una suerte de punk pasado por el tamiz de Alabama llegó a Gasteiz para presentar "Dereconstructed", un ejercicio discográfico cargado de mugre y destrucción artificial que en las tablas pequeñas de Mendizabala ganó enteros. Por encima de todo Lee Bains III es un gran compositor de canciones como unidad irreductible de felicidad rockera. En su viaje hacia la reconstrucción del legado cultural sureño quizá haya pecado de exceso de ímpetu, sobre todo con la producción de "Dereconstructed". Pero cabe destacar que en directo Lee Bains III es un auténtico superhéroe del rock n' roll auténtico y vibrante. Como si se tratase de una reencarnación de Bruce Springsteen hormonado por su juventud y nacido más cerca de México que de Canadá, Bains explotó sus arterias en Gasteiz con una actuación que bebía directamente de una lata de gasolina y relamía el ardiente asfalto. Las guitarras eran crujientes y afiladas. Los temas elegantes y equilibrados. La violencia ajustada a la realidad juvenil de la banda de Birmingham, Alabama. Así, abruptamente, con una película húmeda de sudor y saliva convirtiendo la imagen de Bains en una fotografía mate, fueron entablando una comunión con el público que deshecho la opción de Black Mountain para quedarse con los de Alabama.


 Lee Bains III & The Glory Fires en plena orgía sudorosa y guitarrera. (Foto: Last Tour International)


"The Company Man", "Dereconstructed", "Burnpiles, Swimming Holes" y "We Dare Defend our Rights" certificaron que la idea de Lee Bains III sobre la reconstrucción del legado sureño es más plausible en directo que en disco. Por otra parte, los temas de su ópera prima, algo rechazada en la actualidad por el propio Bains, sonaron desnudos, sin ternura alguna pero tremendamente efectivos. Desprovistos de los coros originales, de las guitarras high energy o de su voz espiritual "Centreville" y "There is a Bomb in Gilead" no se resintieron en absoluto. Son otros temas que resuenan como un eco lejano de lo que un día fueron y, probablemente, no volverán a ser.

Lee Bains III & The Glory Fires grabaron uno de los discos de rock americano más cálidos y acertados de los últimos años en 2012 con el precioso "There is a Bomb in Gilead" pero pronto se sumergieron en otra idea menos explorada y menos preciosista dentro de la tradición rockera yankee. En ese punto, la de Alabama es una banda con un futuro enorme y en ecosistema necesario: salitre corporal, cerveza, bourbon, sala abarrotada y conciencia socio política. Su explosión en Gasteiz ha de provocar una pronta visita al circuito de salas. Ahí, harán daño con más efectividad. Todavía más.

Un comeback no esperado
Las bandas van y vienen. Incluso dentro de su propia historia. A algunos, cuando se van, cuando echan la persiana, cuando se refugian en su universo propio, se les echa de menos y se les añora. A otros menos. A otros directamente, no se les espera. Es difícil determinar en qué punto exacto queda D-Generation pero indudablemente no es uno de los comebacks más esperados por nadie. Con un par de discos destacables o rescatables en la segunda mitad de los 90 los de Nueva York partían del hard rock de Los Angeles para proponer un glam punk enraizado en su propia cultura neoyorkina. Nunca fueron los primeros de ninguna clase pero su aparición en un momento en el que la industria, tal como la conocíamos, era saqueada por el mercado alternativo resultó un soplo de aire fresco. Lástima que ese valor añadido por las circunstancias sea su mayor logro.

En Gasteiz demostraron empuje y coraje. Tablas. Ese etéreo bien conocido como actitud. Pero si con Lee Bains III & The Glory Fires todo parecía más fluido y creíble, con D-Generation todo resultaba más atropellado y, quizá, torpe. El set list benefició a nuevas composiciones y dejó en el olvido algunas canciones que los más fans esperaban con ansia. En resumen, aquello se quedó más en la proyección de lo que no se pudo vivir en tiempo real en los noventa que en una verdadera cópula con desgarro emocional. Más sobreactitud que actitud.


 Jesse Malin, de D-Generation, solo ante el peligro. (Foto: Last Tour International)

En esas, L7 triunfaron. Primero, porque sacaron el mejor sonido del escenario dos, y del uno, de la primera noche del festival. Sus guitarras eran sincronizadas motosierras que ahondaban en su punk-grunge-metal primitivo, esquivo a las melodías, amable con el headbanging y con las carteras de los fisioterapeutas. Segundo porque pese al paso del tiempo, todo era lógico menos su actitud. Ahora sí, más creíble y menos forzada. Tercero, porque simplemente L7 son una leyenda le pese a quien le pese. Como grupo de mujeres, como precursoras de aquello que vino a llamarse riot girls y que dio tantas alegrías y como banda de rock n' roll capaz de desarrollar una carrera notable a lo largo de muchos años. A L7 sí se las esperaba. Y llegaron para triunfar. Tal y como lo hicieron hace unos 15 años en la Jam de Bergara, pero esta vez en ese teatro de los sueños que es el Azkena Rock Festival para los rockeros de este país. 

Perdedores y perdidos.
Una jornada de un festival no es una jornada deportiva pero sí que facilita hablar de perdedores y ganadores. Y en un festival con solapes, de perdidos. O de pérdidas. La más dura parece que fue la de The White Buffalo, que compartió horario con D-Generation. No tanto por la calidad implícita de su actuación, que por lo que dicen nuestros agentes dobles, la tuvo, sino porque su solape, D-Generation, no terminó de merecer la pena en ningún momento. Otra de las más sangrantes pérdidas fue la de Black Mountain. Su bolo empezó apuntando alto pero hubo que correr un poco hasta el tercer escenario para disfrutar de Lee Bains III & The Glory Fires. Lástima pero cabe subrayar que mientras los solapes sean el mayor de nuestros problemas, el termómetro permanecerá alto en el Azkena Rock Festival.

Desde la distancia y la imposibilidad cultural, temporal, ideológica y fisiológica de poder disfrutar de todo, Television volvieron a fluctuar alrededor de la genial guitarra de Tom Verlaine. Un músico terriblemente influyente quizá perdido en la categoría de culto y definitivamente complicado de entender para el gran público. ZZ Top demostraron ser una banda enorme pese al paso de los años. Un cabeza de cartel terriblemente digno con un espectáculo todavía respetable y admirable. The Dubrovniks estuvieron entrañablemente interesantes pero el sol castigó su hígado como un boxeador físico el de su contrincante. Del resto de bandas, una alegría ver a Mad Martin Trío en el Azkena defendiendo su repertorio. Poco más.


ZZ Top, digno cabeza de cartel. (Foto: Last Tour International)


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