El nuevo escolta de los Chicago Bulls


PLAYLIST SPOTIFY:
Waylon Jennings - Are You Ready For the Country
James Brown – Super Bad (versión corta de 5 minutos)
Micky and the Motorcars – Guts (album “Careless”)
Snoop Dogg – Press Play (Album “Ego Trippin”)
Backyard Babies – Let’s go to hell
The Bottle Rockets – Nancy Sinatra
Turbonegro – Blow Me
Cracker – Star
The Killers – Read My Mind (Like Rebel Diamonds Remix)
Diddy - Dirty Money - Coming Home ft. Skylar Grey
Tony Lucca -  Devil Town
The War On Drugs - Eyes to the wind



A Jimmy Butler se le olvidó que llevaba un micrófono para la cadena TNT. Quizá le daba igual. Mediado el tercer cuarto del segundo partido de los cuartos de final de Conferencia para el campeonato de la NBA, Butler se acercó trotando hacia su entrenador, Tom Thibodeau, y le regaló una rara mirada hacia el interior de un atleta que sentía que no podía ser frenado. “No puede defenderme, tío”, Butler dijo de un defensor de Milwaukee. “Es demasiado pequeño”.

Era la clase de confianza en sí mismo que el escolta de Chicago, en su cuarto año como profesional, hubiese soslayado al principio de la temporada. Este es el mismo jugador que, después de anotar 35 puntos (record de carrera) frente a los New York Knicks en diciembre, le dijo a los periodistas: “No quiero ser una estrella. Solamente quiero ser un jugador de rotación decente en un equipo realmente bueno”.

Cuatro meses después, él solo llevó a una victoria a Chicago por 91-82, para ponerse 2-0 en la primera ronda de los playoffs. Butler quería el balón, y los Bulls se lo dieron. Anotó 14 de sus 31 puntos en el último cuarto, con la clase de jugadas que alguien con menos fe en sus habilidades no hubiese intentado jamás.

El partido cambió a falta de siete minutos, y los Bulls cogieron una ventaja de 6 puntos. Ahí Butler fintó a Kris Middleton y terminó volando sobre el aro para un mate, con tiro adicional por la torpeza de un contrario, un georgiano con pinta de boxeador. Un minuto más tarde, Butler se fue a la esquina y encestó un triple tras pase de Derrick Rose. Pocos minutos más tarde, pidió un aclarado, fijó a su defensor Giannis Antetokounmpo (mejor llamadle “El freak griego”… de acuerdo, en castellano suena mucho peor que “The Greak Freak”) y anotó otro triple por encima de los interminables brazos de su oponente.

La realidad es que la confianza de Butler no surgió de la nada. Esta clase de actuación en los playoffs, rompedora, lleva fraguándose toda la temporada. Jimmy Butler definió su carrera antes de que empezase la temporada regular. Se encontraba en negociaciones para ampliar su contrato, y los Bulls le ofrecieron uno que le haría ganar más de 10 millones de dólares al año. Parecía un buen acuerdo para un jugador de perímetro que acabó la temporada anterior tirando con un acierto inferior al 40% en tiros de campo, y menos del 30% de acierto en tiros de tres. Aun así, Jimmy Butler rechazó la oferta.

Su decisión tuvo que ser especialmente compleja de tomar para alguien con el pasado de Butler. A los 13 años fue abandonado por su madre en el pueblo de Tomball, Texas, antes de que un amigo de sus padres se hiciera cargo de él. Según ha trascendido, a su madre no le gustaba la mirada del chico. En el instituto, no era lo suficientemente bueno para ganarse la escolaridad de la División 1, así que fue a lo que en América se conoce como “Junior College”. Cuando terminó su estancia en la universidad de Marquette, el honor más alto que ganó fue una mención en el equipo del Este, antes de convertirse en la última elección de primera ronda del draft en 2011 (nº 30).






Desde el momento en que Butler decidió rechazar la cantidad ofrecida por el club, su temporada quedó sellada por esta apuesta pública que hizo por sí mismo. Si sufría una lesión grave, podía contentarse con ver la mitad del dinero. Si seguía tirando mal, podía recibir una oferta menor como agente restringido. Incluso podía verse fuera del equipo, si los Bulls decidían no igualar la oferta en verano. Y acabar en Orlando. O en Philadelphia.

En cambio, Butler se convirtió en All-Star. Dejó records de carrera como anotador. Pasó de anotar 13,1 puntos por partido a promediar 20, subiendo sus porcentajes de tiro casi siete puntos porcentuales en total y casi 10 puntos en tiros de larga distancia. Entretanto, continuó siendo el defensor anulador de contrarios que le hizo formar parte del segundo equipo de Mejores Defensores un año antes. Y también combatió varias lesiones y aun así lideró la liga en minutos jugados.

Thibodeau, que es un verdadero personaje, ha dicho que su ascensión al estrellato incluso le ha sorprendido a él, alguien que ha visto cada entrenamiento y partido que Jimmy ha jugado como profesional. Debió sorprender a los dueños del club, o de lo contrario hubiesen subido su oferta unos pocos millones para evitar darle la cantidad máxima que ahora sin duda va a recibir en verano.

Por rápida e inesperada que sea la ascensión de Butler, su revelación como All-Star no podría haber llegado en un mejor momento para Chicago. Fue elegido en el draft unas semanas más tarde de que el equipo fuese eliminado en las Finales de Conferencia Este de 2011, por Miami Heat, en cinco disputados encuentros. Entonces, la historia que relataban los periódicos de Chicago era que Derrick Rose necesitaba a alguien, alguien que pudiese quitarle presión al MVP más joven de la historia de la liga, y le ayudase a anotar.

Aquellos Bulls –el primer año que entrenó Thibodeau- tenían un punto débil obvio. Cuando Lebron James defendía a Rose en los minutos finales de un partido, nadie más podía crear su propio tiro. El escolta titular en aquellos días era Keith Bogans, un jugador cuyo éxito se medía en si podía llegar a anotar 6 puntos. No parecen muchos, pero cuando Bogans alcanzaba esa absurda cima, los Bulls casi nunca perdían.

Estos Bulls son un espécimen diferente, para bien y para mal. Rose no es el mismo jugador de forma consistente, aunque es capaz de jugar como entonces por momentos. Joakim Noah no se mueve como antes. La defensa de Omer Asik ha sido reemplazada por el ataque de Pau Gasol. El tiro de Kyle Korver fue traspasado a cambio de nada. Luol Deng ahora juega en Miami.

La mayor diferencia, sin embargo, es la evolución de Butler. Chicago no sólo encontró un anotador complementario a Rose; ha dado con un tanque que va a la línea de personal cuando quiere, arrasa a escoltas más pequeños en el posteo y en cortes hacia canasta y se ha convertido en un tirador fiable, todo eso mientras sigue siendo uno de los mejores defensores de la liga.

En otras palabras, Butler ha eclosionado en la pieza que los Bulls de Thibodeau siempre echaban a faltar. En este punto, la única pregunta es si sus compañeros pueden igualar su increíble nivel de juego. No a la inversa.

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Pero, ¿quién es realmente Jimmy Butler? ¿Es otra típica historia americana que pudo verse en la fantástica serie “Friday Night Lights”? ¿Es otro chico de color que vence todas las dificultades a base de sufrimiento y voluntad hasta llegar a la cima?

De él sabemos que a su madre no le gustaba su mirada, y que probablemente a Lebron James tampoco le gustó que le robara el balón dos veces seguidas en el último partido de la temporada regular 2013-14, que Miami perdieron en Chicago tras ir ganando de 12 puntos en el último cuarto.





Aquella noche, tras un rosario de patadas (de dudosa legalidad) y manotazos (muy legales), Jimmy fue preguntado sobre el rifirrafe con las patadas voladoras sobre la línea de fondo. “Yo no me achanto”, zanjó.

La primera explosión de Jimmy tuvo lugar precisamente en Miami, el 4 de enero de 2013, en su segunda temporada en la liga. Aquella tarde anuló a James, además de anotar 16 puntos y encestar una canasta en suspensión tras reverso a seis metros del aro, justo sobre la bocina, al final de la primera mitad. Eran los tiempos en los que Carlos Boozer aun podía anotar 27 puntos.





Aquel era el equipo de Chicago Bulls que sobrevivía a la lesión fatal de Rose, que tuvo lugar en el primer partido de playoff en 2012, el año que Butler debutaba en la NBA. Aquel año se truncó por la lesión de Rose. Por entonces, Jimmy Butler promediaba menos de 8 minutos por partido y, literalmente, le rogaba al chalado de su entrenador que le pusiese a jugar cada noche. “Sácame a jugar, por favor, jefe”. Dos años después, tras meterse entre pecho y espalda 60 minutos una noche en Orlando, en la que los Bulls terminaron ganando tras tres prórrogas, a la pregunta de un periodista de si no se sentía dolorido por haber jugado tanto, Jimmy respondió que dos años antes lo único que hacía era darle la paliza a su entrenador para que le sacase a jugar, y que ahora que jugaba no era el momento de quejarse.

Aquellos Bulls eran un ejemplo de raza, de casta, de lucha, de todos esos apelativos tan taurinos que en el fondo lo que quieren decir es que nunca ganas nada. Eran constantemente pisoteados por Lebron James y sus Miami Heat, el equipo que Joakim Noah definió como “tan Hollywood como el infierno”. No el infierno en el sentido rockero, donde todos iremos encantados. El infierno de las señoras rubias de bote con pechos recauchutados que te hacen una peineta si te expulsan. Ese infierno.

El 27 de marzo de 2013, la NBA y la televisión nacional se dieron por enterados de que había llegado un chico nuevo a la oficina. De nuevo estaban enfrente los Heat. Y fue con la clase de jugada que puede llevar a exagerar los comentarios, a hacer bromas sobre las posturas, en general la clase de jugada que al seguidor medio (exaltado) puede llevarle a venirse arriba. Muy, muy arriba.






Jimmy tuvo varios partidos destacados en su segundo año, y este fue uno de ellos. Luol Deng se lesionó en el tercio final de la temporada, y Jimmy ocupó su lugar sin especiales dificultades. Dotado físicamente, fue capaz de aguantar la presión de tener que jugar más de 40 minutos cada noche. Respondió a las exigencias de su entrenador/teniente, anotó entre 15 y 20 puntos alguna noche, y cuando llegaron los playoffs y Deng se recuperó de su lesión, Thibodeau rompió una de

sus normas no escritas: no quitar a un veterano del cinco inicial. No lo hizo ni con Carlos Boozer al año siguiente, cuando estaba claro que le iban a despedir y no era capaz de defender a su madre ni para salvar su vida. Pero con Jimmy Butler rompió la regla, y dejó en el banquillo a Richard Hamilton, ex campeón con Detroit Pistons en 2004, para enfrentarse primero a Brooklyn Nets, que tenían la ventaja de campo, y más adelante a Miami Heat, que volvieron a derrotar a los Bulls en cinco partidos. Aquellos playoffs dejaron para el recuerdo las imágenes del cuarto partido de la serie contra Brooklyn, con otras tres prórrogas y una actuación de Nate Robinson para la historia. Y ahí estaba Jimmy, con sus compañeros, batiéndose el cobre. No, no ganaron nada, pero por la gloria de Johnny Cash, aquello era la hostia.





La temporada siguiente iba a ser la de la resurrección. La campaña de Adidas para el retorno de Derrick Rose tras su lesión de ligamento cruzado en 2012 había sido brutal. El equipo para la temporada 2013-14 se había reforzado con la incorporación de Mike Dunleavy, un tirador blanco que venía a ejercer la función de Kyle Korver, la de abrir el campo saliendo del banquillo y abrir líneas para que Rose penetrase a canasta. Antes del comienzo de la temporada, Thibodeau confirmó que Jimmy sería el escolta titular. Todo era felicidad y promesas, y apareció un video de Jimmy donde se le veía feliz en el vestuario, bailando al son de un tema de Taylor Swift. Es fan de la música country, aunque viniendo de Texas, es raro que como ejemplo de country elija una cosa blanda más tendente al disco pop. Ni siquiera Lady Antebellum tienen un pase. Vamos, Jimmy, ese es el área donde tenemos que mejorar. Aun espero que un día salgas soltando loas sobre Merle Haggard o Waylon Jennings. Si has podido con Lebron, también puedes superar lo del country FM. Confiamos en ti.


Era, sin lugar a dudas, una pretemporada prometedora. Vimos a Jimmy cuadrado, recién salido de quinientas sesiones en el gimnasio, echando un uno contra uno con su amigo Mark Whalberg, que por cierto ya demostró en “The basketball Diaries” sus buenos fundamentos como anotador. Y resultó que eran colegas. Y que Whalberg, ya entrado en años y con algún kilo de más, le plantaba cara a Jimmy:







Diez partidos después de iniciarse la temporada 2013-14, Derrick Rose se rompió el menisco en Portland y fue operado, estimándose que su recuperación estaría entorno a los 6-7 meses. Otra temporada perdida. El equipo luchó de nuevo a brazo partido, para acabar siendo eliminados en primera ronda de playoff tras el traspaso de Luol Deng a Cleveland en febrero de 2014. Aquella iba a ser la temporada del retorno de Rose y de la eclosión de Butler, y se quedó en un menisco roto y un escolta que anotó 13 puntos por partido, con unos malos porcentajes de tiro. El equipo fue eliminado en primera ronda por un equipo que se viste con un pijama y se hace llamar Washington Wizards. No, no son malos. De hecho Jimmy sufrió particularmente en aquella ridícula serie contra un escolta, Bradley Beal, mucho más liviano físicamente. Pero, demonios, esos tipos salen a la cancha en pijama.

Ser el escolta titular en los Chicago Bulls, desde que un tal Michael Jordan llegó al equipo en 1984, no es cualquier cosa. Todos los pobres incautos que han pasado por esa posición desde que Jordan abandonó el equipo en 1998 han sido objeto de escrutinio por no estar, no ya a la altura del mítico nº 23 (cosa sencillamente imposible), sino preparados para calzarse unas botas de baloncesto y caminar por la cancha con la cabeza alta. En plan, “vale, no soy Michael Jordan, pero yo merezco estar aquí”. Ninguno ha podido decir eso. Yo, al menos, que he sido seguidor de los Bulls desde el 89 (con algunos periodos de vacaciones, eso es cierto), no he visto a ninguno.

Hasta que el 16 de octubre de 2014 vi a Jimmy Butler, en un partido de pretemporada, calzarse las botas de Michael Jordan por un segundo.





Incluso el locutor Stacey King, ex jugador de los Bulls y compañero de Jordan en su día, dijo que aquella tarde había visto a “Jimmy Jordan”, porque “esta noche ha jugado como Michael Jordan”. Su variedad de recursos, el tiro de 5 metros, los movimientos en el poste, los quiebros, reversos, los amagos, las fintas, incluso el sacar la pierna hacia delante en el movimiento del tiro, eran una locura. ¿Qué había pasado? “Estuve viendo videos de Michael en verano”, dijo Jimmy entonces. “Trabajando varias horas al día, los movimientos en el poste, el tiro, el manejo de balón. Y viendo vídeos de Michael Jordan”.

Jimmy había adelgazado cinco kilos, lo que en un jugador de su tamaño es importante para mejorar en velocidad, rapidez y verticalidad. Aun así, seguía midiendo 2,01, y pesando más de 95 kilos. Prácticamente indefendible para la mayoría de escoltas de la Liga. Un escolta encerrado en un cuerpo de alero, capaz de frenar a Lebron James como nadie que no se llame Kawhi Leonard, y ahora con un nuevo arsenal de movimientos ofensivos. La temporada empezó bien, pero el equipo había cambiado. Menos defensa, más ataque. Más altos, pero con menos movilidad. Y Jimmy empezó a anotar más de 20 puntos cada noche. Y más de 30 durante varios partidos. Incluso Mark Whalberg se emborrachó y brindó por su amigo Jimmy Butler.




El equipo cogió la forma por rachas, ganando diez de los once partidos disputados antes del parón del All-Star, donde Jimmy jugó mermado por una lesión menor sufrida unos días antes. Durante la temporada, se perdió algún partido puntual, pero fue extraordinariamente regular en líneas generales. Esto cambió en un partido frente a Los Angeles Clippers, donde sufrió un bloqueo del recio Deandre Jordan y se torció el codo. Se perdió casi un mes de competición. Una bendición, por lo que se vio nada más empezar los playoffs. Jimmy ha llegado descansado, fresco, más rápido, más ágil. Nadie en Milwaukee Bucks puede con él. Ahora espera Lebron y Cleveland Cavaliers en segunda ronda. Ahora mismo, Jimmy Butler ha elevado las expectativas de tal manera que muchos seguidores de los Bulls creen que todo es posible. ¿Ganar el anillo de campeones este año? “Ese es el objetivo. Me da igual si meto muchos puntos. Tengo que defender mejor y con los compañeros que tengo todo es fácil. No me importan las estadísticas. Sólo quiero ganar esa maldita cosa”.


Manuel López Sacristán

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