BERRI TXARRAK + SEÑORES + OSSO. 2015-V-9. Santana 27. Bilbao.




Segunda jornada de Berri Txarrak en Bilbao con todo vendido y con otros dos invitados de lujo en el cartel: OSSO y Señores. Tanto el dúo guipuzcoano como el cuarteto vizcaíno cumplieron con creces y calentaron el ambiente para que los de Lekunberri rematasen la noche con un repertorio basado en grandes éxitos y no en "Denbora da poligrafo bakarra" al completo como en la noche del viernes.



Haritz Lete y Sergio Ruíz son las dos cabezas de OSSO, un particular equilibrio natural entre dos gargantas, una guitarra y una batería. "Paraxuta", su primera obra, los coloca en la historia como una banda comprometida con el rock de factura alternativa, emparentado de alguna extraña manera tanto con el grunge como con el metal contundente de los últimos veinte años. Emparentado pero, a la vez, extrañamente esquivo. Su primer disco es un ejercicio convincente en lo melódico y compositivo. En cualquier caso, su directo mejora la experiencia OSSO hasta cotas no imaginables cuando se escucha su versión doméstica. O domesticada. Nada nuevo. La lucha entre el artista y el estudio a menudo arroja historias de desencuentros o una efectividad no alcanzada. Y luego, en directo, el animal se desboca y encuentra su hábitat. Con OSSO ocurre esto último. Su directo sobredimensiona lo suficiente su vertiente enlatada como para seguir manteniendo el interés en sus posibilidades. Cierto que el escenario del sábado en Santana 27 les era adverso y complicado. Pero no menos cierto fue que allí no faltó ni una pizca de intensidad o acierto. En cada riff, en cada pegada y en cada melodía. Habrá que continuar siguiendo los pasos del OSSO.

Si el ambiente era algo contrario para OSSO, por duración, porque el público no había llegado, quizá lo era aún más para Señores. Banda afincada en Bilbao que partiendo de una suerte de pop rock indie cantado en castellano, encajaban en la oferta que Berri Txarrak quisieron ofrecer en este especial fin de semana, pero quizá no encajaban del todo en la mentalidad de grueso de los asistentes. Y pese a todo hicieron su trabajo, con contundencia y elegancia pese a que desde el público no recibieron el calor merecido.

Seguir reflexionando sobre lo que significan Berri Txarrak en nuestras vidas por segunda vez en 48 horas debe ser incluso más agotador para quien lee que para quien escribe. Su segunda noche en Bolueta prescindió del repertorio basado en exclusiva en su último trabajo de estudio para centrarse en una noche de grandes éxitos y tímidas presentaciones de "Denbora da poligrafo bakarra". La discusión sobre si faltó aquel tema y sobraron estos otros no cabe con Berri Txarrak. En parte por lo exquisito de su repertorio y en parte porque a una banda que se le puede ver entres tres y cuatro veces de media al año no se le puede reprochar que no toque esto o lo otro. En realidad la noche fue mágica dentro de su significado al igual que la del viernes lo fue en el suyo. Berri Txarrak son una realidad absoluta en el presente, como demostraron el viernes, y son una realidad en el subconsciente cultural y pop de Euskal Herria, como se pudo ver el sábado. Nada nuevo bajo el sol. Simplemente emocionante repasar obras de arte como "Biziraun", auténtico malabarismo del lenguaje, el ritmo, la melodía e incluso el riff. Eso por destacar un momento por encima de otro. Porque en realidad, lo del sábado fue pura celebración, incluso durante la versión de The Mars Volta que inevitablemente dejó fuera del ceremonia a la gran mayoría de la sala.

En fin, Berri Txarrak ya no son aquella banda que había que descubrir tras su prescindible debú. No son la banda con la que hemos crecido y nos hemos convertido en adultos. Berri Txarrak son la banda que todos soñamos que alguna vez podrían llegar a ser. Son una razón para sentirse orgullosos. Por ser parte activa y creativa de nuestra generación. Porque el apoyo prestado ha sido devuelto con cada vez mejores composiciones y mejores discos. Y, al final, pese a polígrafos absolutos, pese a que presumiblemente el tiempo pone a cada uno en su sitio y pese a las respuestas que nunca llegaron y probablemente nunca llegarán, lo que importa es la música. Que ese mago de las melodías y los sentimientos que es Gorka Urbizu siga creando y que nosotros podamos estar vivos para que sus composiciones se atasquen en nuestra garganta y nos provoquen alguna que otra lágrima por emoción. Por estar vivos. Por ser libres.



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