Ryan Adams "Ryan Adams" (2014)


De vuelta con su carrera.


Un acto sencillo. Un acto de redención. Relamerse las heridas. Tocar la guitarra sin un rumbo claro pero sintiendo que la emoción recorre los antebrazos como electricidad y martillea los dedos para que formen acordes, rasguen cuerdas y dibujen arpegios. Un paso más humilde para ir más allá. O para volver en aquella dirección que hizo que los focos se puesieran de acuerdo aunque fuera por unos pocos años.

Un disco homónimo en el que se pueden encontrar las mismas referencias de siempre reinterpretadas como de costumbre. Puede parecer algo simple. Pero deja de parecerlo cuando las canciones que componen "Ryan Adams" resultan mágicamente magnéticas.

El de Carolina del Norte vuelve con una idea simple: una banda rock de acompañamiento y música más humilde y con menos pretensiones en comparación con sus dos últimos discos con los Cardinals. El restultado es vibrante y emotivo. "Easy Tiger" y "Cardinlogy" pecaban de distendidos y esquivaban la emoción y, sobre todo, la visceralidad.

Más de uno y más de dos pedirían al cielo que a Adams volviesen a romperle el corazón para que, roto, volviese a los cobertizos polvorientos llenos de botellas vacías donde componía joyas atemporales como "Cold Roses" o "Jacksonville City Nights". Composiciones donde el dolor de un alma rasgada concentraba su ira en el estómago y el llanto se agolpaba en unos ojos tristes e incomprendidos.

No es que toda la carga nostálgica esté de vuelta con esta nueva mutación de Ryan Adams. Pero sí es cierto que sin perderle la cara a un tipo de composición de regusto radiable, este "Ryan Adams" vuelve a sonar desafiante y desgarrador.

Un Adams nocturno y con aires FM abre el disco con "Gimme Something Good". Primer sencillo con una melodía y una forma de cantar que por momentos trae a la cabeza a los Fleetwood Mac más radiofónicos e incluso a Foreigner. Todavía sin encender la luz "Kim" confirma la noticia. Adams está en el edificio. Más carreras de desamor envueltas por la oscura noche. Avenidas iluminadas, Kim caminando por ahí y el narrador recordándola confuso. La canción se contiene hasta que revienta en un punteo que evoca la libertad guitarrera de Whiskeytown e incluso, de algunos temas de Drive-By Truckers.

Una libertad guitarrera que coge el testigo en "Trouble", un corte de cadencia clásica y ecos de Tom Petty. Sigue Adams en estado de gracia, y apoyándose en el legado de Petty, con "Am I Safe", uno de los temas donde más claro que queda que está más fino y afilado que en el periodo 2007-2008.

Vuelve a caer la noche que tanto le gusta al de Jacksonville con "My Wrecking Ball", una balada acústica y minimal que podría haber sido compuesta en las sesiones de "Heartbreaker". Sigue con "Stay with me" en lo que a todas luces parece el arranque de la cara b. Es un tema similar a "Gimme Something Good" y guarda uno de los mejores estribillos de Adams de los últimos ocho años. Un tema redondo, de 10. Con todo en su sitio y el nervio afinado. Y de nuevo, la noche. "Shadows" hubiese encajado a la perfección en el opaco "Love is Hell".  

El elepé afronta su recta final con cuatro temas de infarto en el que no se adivina fallo o traspié. "Feels Like Fire", "I Just Might", "Tired of Giving Up" y "Let Go". Cuatro obras para el recuerdo. Destacan "I Just Might", con un Adams emulando al Bruce de "Nebraska" hasta que decide llevar la composición a su terreno y "Tired of Giving Up", donde nuevamente el aliento de Tom Petty es apreciable.

Quizá por primera vez Petty está más presente que de costumbre en un disco de Adams. Pero lejos de ser negativo, Adams consigue llevar las referencias a sus coordenadas con elegancia. Alguno podría pensar que a Adams le ha ido bien escuchando a Petty últimamente cuando lo idoneo sería que Petty escuchase una temporada a Adams.

Adams está de vuelta con su mejor disco desde aquel mágico y ya lejano 2005 que la historia parece empeñada en dilapidar en abismo del ostracismo. Que nadie se equivoque, no hay disco malo, ni suficiente. Pero Adams está de vuelta con algo que parecía haber perdido salvo en contadas ocasiones: el desgarro, la emoción, la visceralidad...

Hace un par de años en un concierto en París Adams bromeaba con los tiempos en los que tenía una carrera. Pues bien, 2001 suena lejano y la industria musical parece el yermo de Mad Max II pero este "Ryan Adams" tiene los suficientes alicientes para que Ryan Adams vuelva a volar por donde merece.

8

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