III. ¿Es necesaria la prensa musical escrita?
A mí me gustaría pensar que sí. Que tiene que existir una fórmula que haga que tanto creadores como público sientan que existe un punto de encuentro y un foro de posible discusión y conversación crítica. En mi opinión, los artistas, en este caso los músicos, desaparecerían si no sintieran una respuesta por parte del público, de la industria o de la crítica o prensa musical. Claro que siempre existirá la post moderna opinión que diga que se mueran los críticos. Sin embargo, yo creo que la existencia de la crítica, o de la prensa musical, activa mecanismos, discusiones, debates, corrientes de pensamiento que junto con la respuesta del público cierran un círculo en torno a los creadores. Creo firmemente que si esto se redujera a un diálogo entre yo hago esto y a la gente le gusta o no, las bandas tendrían un recorrido de pocos años. Morirían en un pozo de hastío y frustración. Sin conversaciones sobre su propia música, sin entrevistas en profundidad que les hagan reflexionar sobre sus procesos de creación artísticos, sin saber qué opina la gente que está ahí fuera que supuestamente tiene una formación y unos conocimientos, la mera respuesta de los seguidores acabaría siendo insuficiente con los años. Debe existir un equilibrio. No basta con lo que diga la prensa, ni las ventas ni el público que acude en los conciertos. Es necesario que exista una comunión entre todos los vértices de la figura geométrica que nos ocupe. Como es necesario que el propio artista se sienta cómodo con lo que quiere crear y transmitir.
Por lo tanto, sí creo que es necesaria la prensa musical escrita o, al menos, la prensa musical. Porque en el mundo el hueco para lo escrito con cierta profundidad está quedando y quedará todavía aún más arrinconado con el tiempo. Creo que las nuevas generaciones tienen que ser las que articulen sus propios espacios y lenguajes en torno a la información sobre la música al igual que ya hacen con su creatividad. Porque aunque la prensa musical siempre ha formado parte de una industria, o de varias, que se amparaban en el consumo y en el beneficio, siempre ha tenido una cara alternativa cercana al háztelo tú mismo que por diferentes razones ha sido asimilada por las diferentes representaciones, mutaciones y reencarnaciones de la industria. Este espacio temporal, político, social, creativo, por lo tanto, no debería carecer de una prensa musical, escrita o no, que aproveche sus canales de comunicación por jóvenes creativos y dinámicos que disfruten de un universo en el que todo es música: lo que se escucha, lo que se ve, lo que se lee, lo que se respira, lo que se discute…
Pongo por delante que jamás tuve un lenguaje propio ya que viví de lleno los estertores del, por así decirlo, antiguo régimen. Su ocaso y sus carencias. Así que para cuando yo llegué al autobús, no es que este ya estuviera en marcha, es que tenía varias décadas encima y su próxima parada parecía el desguace. Viví el lenguaje de otros ya fueran fancines, revistas alternativas, profesionales o periódicos. Viví un mundo que parecía vivir un boom y que luego vivió una hecatombe. Viví un declive en el que la música pasó de ser capital en todos los ámbitos del sistema y de diferentes industrias para ser una especie de paria imposible de borrar del mapa porque, al final, la música es como el oxígeno o el agua. No puedes borrarla de la circulación. No puedes borrarla de tu vida.
Con esto quiero decir que no fui yo el que desarrollé nada. Mi generación se comió una profesión precarizada vía estigmatización que tenía todos sus lenguajes y canales articulados. Vivió un arrinconamiento sistemático. Llegó a un estado todavía más amateur y democratizado gracias a internet pero para cuando intentamos movernos, los pocos sitios que había en el vagón ya habían volado. Yo, nosotros, no hemos tenido un lenguaje propio. No hemos creado nada. Nos hemos limitado a repetir un modelo informativo, crítico o informativo y crítico heredado del pasado. Lo hemos hecho como nos dejaron y cobrando poco y mal o, directamente, no cobrando.
Entiendo que ahora no haya ningún atractivo en las nuevas generaciones en reavivar esta llama y que la prensa musical tenga una segunda vida. En mi opinión, necesaria. Pero también creo que nuestra, una vez más, maltratada juventud nos va a pasar por encima y va a ser capaz de darse cuenta de las bondades de esta herramienta. Y, por supuesto, como obviamente no soy joven y no puedo compartir ni sus problemas ni su realidad, si la prensa musical como tal ha de morir porque no es necesaria, confiaré en los criterios de quien haya tomado esa decisión tras evaluarlo sosegadamente. La vida sigue. Evoluciona. La historia tiene estas cosas.
De todos modos, hablando más en lo personal, lo que se ha acabado ha sido la prensa musical en mí. Quizá por todo esto que he desarrollado aquí arriba. Pero también porque creo que mi función como confeccionador de libros de instrucciones y mapas para entender el arte de otros, ya ha caducado. Ha drenado por completo. Se ha secado. Repetirse, volver a ahondar en el mismo cubículo con las mismas herramientas de siempre no es ya una opción que contemple ahora mismo. Tampoco lo era así hace unos pocos años pero tras mucho luchar contra esa inercia he acabado sucumbiendo, no ya a la realidad. He acabado cediendo a lo que yo me pedía a mí mismo: terminar de una vez por todas con algo que ya había acabado.
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