John Mellencamp, el hombre que siempre miente a los extraños.


Manuel L. Sacristán está de nuevo en casa para hablarnos del nuevo disco de John Mellencamp. El de Lafayette, Indiana, vuelve con Strictly a One-eyed Jack, su mejor obra desde Mr. Happy Go Lucky. Un trabajo en el que se aleja todavía más de los himnos de estadio que lo encumbraron en los ochenta y que abraza la nostálgica oscuridad de la vejez. John Mellencamp, el hombre que siempre miente a los extraños. 




La música de John Mellencamp lleva más de dos décadas sin ser lo que era, y no podría importarme menos. Después de encapsular los estados de ánimo de una generación entera en Estados Unidos, con sus irresistibles historias sobre noches sin fin, jóvenes incapaces de sacar adelante una cita, romances adolescentes destinados a explotar mucho después de que se hubiese acabado la parte emocionante; después de regalarnos canciones repletas de observaciones que casi podían considerarse políticas y que, sin embargo, llenaban estadios: “Rain on the scarecrow” describía la economía de la década de 1980 que expulsó a los pequeños agricultores de sus tierras; “Pink Houses” reflexionaba sobre la renovación urbana del siglo XX, con ese hombre negro con una “interestatal que atraviesa su patio delantero”… Sus canciones (pequeñas y enormes) eran increíbles, tan exuberantes que casi podías dar botes de alegría y, quién sabe, también compartir su indignación.

John Mellencamp lleva varias eras, sobre todo, cantando. Y ahora, a principios de 2022, su nuevo álbum se centra en la soledad y la mentira, y lo hace con la voz más emocionante que le hemos escuchado en mucho tiempo. Porque el protagonista de Strictly a One-eyed Jack tiene el alma tan golpeada como la voz, oscurecida por el tabaco, de Mellencamp. Un artista al que parece estar revolviéndole la vejez.

“Lo que descubrí al hacerme viejo es que todos estamos en confinamiento solitario dentro de nuestra propia piel, y no llegamos realmente a conocer a nadie”, dijo hace poco, parafraseando una línea de una obra de Tennessee Williams, otro estudioso de la tragedia y el anhelo estadounidenses.

Como el fragmento de la película Heat, de Michael Mann, tres divorcios (¿QUÉ COÑO CREES QUE SIGNIFICA ESO? ¡EL TIPO SE PASA LA VIDA EN LA CALLE!) y cuatro décadas de fama después, John Mellencamp ha concluido que todos ocultamos nuestro verdadero yo, y que todos estamos solos. La primera línea de la primera canción de su nuevo disco así lo reconoce: “Siempre miento a los extraños”.

Mellencamp, desde que el corazón le reventó en aquella obra iracunda y maravillosa llamada Whenever we Wanted, sabe que no es apto para todos los públicos, y quizá tampoco para los más exigentes, aquellos que no le perdonan que, a los 70 años, ya no sea capaz de escribir himnos de estadio. 




Desde entonces, ha proclamado álbumes maravillosos (Human Wheels), otros muy notables (Mr. Happy Go Lucky), y la mayoría de un curioso perfil bajo, crudos a veces, raspando en otras ocasiones, predominantemente acústicos y cada vez mostrando una voz más emparentada a los viejos artistas negros como Louis Armstrong, o incluso a discípulos blancos deconstruidos, como Tom Waits o Chuck E. Weiss. Discos como Freedom’s Road, Life Death Love and Freedom, o el enteramente grabado en mono No Better Than This, son pruebas de una especie de maravillosa decadencia.

Y así transcurre este nuevo trabajo. Hasta que, en mitad de la quinta canción, “Sweet Honey Brown”, las cortantes guitarras funkys nos recuerdan que un día, John Mellencamp fue un artista para todos. Un artista en constante rotación en la radio, pero que quería ser un músico negro. Había algo en él de orgullo del pequeño estado de Indiana, y montó un festival para ayudar a los granjeros que perdían dinero con sus tierras, pero sus giras llenaban los estadios de fútbol de todo Estados Unidos. Puede que fuera, a sus ojos, una contradicción insoportable.

The Lonesome Jubilee, el cuarto de una serie de discos sensacionales, fue la obra que terminó de situarle en lo más alto. Un uso y abuso de instrumentación campestre, presidiendo canciones maravillosas, llenas de fuerza y destreza, capturando una época en pequeños tratados de 4 minutos. Y “Did You Say Such a Thing” (la primera canción en la que se oye colaborar en los coros a Bruce Springsteen, el otro gran héroe musical americano) nos recuerda aquella época que John tuvo en sus manos. Es el mismo Mellencamp que declaraba querer vivir “The Real Life”, invitando a la gente a vivir el ahora, sin mirar atrás, sin ser presas (tan) fáciles de la nostalgia, la melancolía y el abandono. En tiempos difíciles, Mellencamp era el artista que aconsejaba a la audiencia que ahorrasen tiempo para soñar, porque esos sueños nos podían salvar a todos.

Ahora sus personajes viven tiempos aún más difíciles, porque sus anhelos ya no pueden dibujarse en un papel del estado expropiando sus tierras, o en el rojo de su cuenta corriente, y John se ha centrado en recogerse a sí mismo, hasta abrazar el jazz sin complejos, como en la maravillosa “Gone so Soon”. Poco a poco, sus personajes han ido subiendo el tono de sus declaraciones, hasta llegar a un sonoro “estoy harto de la vida”.

John sabe que a veces los sueños caen, irremediablemente, hacia la verdad. Y no es una caída elegante. Desde hace años, Mellencamp hace mucho hincapié en la cantidad de mentiras que nos rodea. “Nos mintieron en las iglesias. Nos mintieron en las escuelas. El gobierno siempre nos miente”, dijo recientemente. Y apuntó, en algo que ya sabemos todos, pero que nos cuesta reconocer casi siempre, que la gente también le miente a sus seres queridos. 




Quizá todo eso lo está resumiendo en “Wasted Days”, la canción en la que apareció, hace unos meses, compartiendo video y estrofas con Bruce Springsteen, mano a mano, conmocionándonos a todos. John más bajito, a Bruce temblándole algo más la mandíbula. Y eso que el que se mete en peleas (como reconoció hace unos años en el programa de David Letterman, en el que apareció con un ojo morado y admitió a preguntas del presentador que se había peleado en un bar hacía escasos días) es el bajito.

Este es su disco más Waits. O quizá sea su disco más Mellencamp el gran veterano, el perdedor que una vez ganó, o el ganador que de un tiempo a esta parte no deja de perder.

“Chasing Rainbows”, como “Driving in the rain”, nos muestra a Mellencamp rasgueando. Desde que le descubrí con “Small Town”, siempre he pensado que muy pocos rasguean como él. “Chasing Rainbows” es una canción preciosa en la mejor tradición de canciones hermosas que ha logrado construir en los últimos años. Es posible que no tenga ni la más remota idea de qué diablos está pasando, pero es evidente que sabe lo que está haciendo. Y probablemente no haya llegado a conocerse a sí mismo, como él mismo reconoce. En el disco canta que es “un hombre que se preocupa”, y se define como “un hombre de bajo grado”, pero que sabe que “el mundo está dirigido por hombres mucho más retorcidos que yo”.

Es posible que desde hace muchos años en sus álbumes no haya ni un temazo. Ya sabes, de esos TEMAZOS que solía hacer cuando era joven. Pero es un gusto escuchar su voz áspera, tocada por décadas de fumar, y es posible que estemos ante su mejor disco desde Mr Happy Go Lucky. Y ahora es John, el que escribió hace muchísimo tiempo una canción en la que decía que quería ser negro, y quizás lo haya conseguido. Sabe que fumar seguramente lo matará, pero no piensa dejarlo. Sabe que su álbum “no es para todo el mundo”, pero aquí hay música americana estricta, de la que ya no se hace (no, al menos, por gente con tanto talento), con letras bien delineadas, que reflejan a la perfección estos tiempos de desilusión y desconfianza.

Siempre tendremos la música de tiempos pretéritos, cuando la oscuridad, siempre presente, no lograba ocultar el optimismo. Pero ahora que ya nadie se cree nada, es preferible refugiarse en alguien capaz de hacer “Life Full of Rain”, en un momento donde ya no queda un lugar donde esconderte.

De la que está cayendo.

Manuel L. SACRISTÁN

Comentarios

  1. Gran resumen de la cultura musical preterita, que en su nostalgia y melancolía, baja a la actual situación a darnos esperanzas desde el centro de nuestro egoísmo.
    Luz desde el convencimiento más oscuro

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  2. Seguramente la mejor reseña musical que he leído en lustros.

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