Tres décadas desde que el rock n' roll alcanzase su definición literaria. (TIWWP1)


Este blog existe por numerosas razones y sin duda, el "Appetite for Destruction" es una de ellas. La inactividad de los últimos meses, forzada, inevitable, dolorosa pero también necesaria, no podía pasar esta efeméride como dejó pasar otras como el paso de Guns N' Roses por Euskal Herria, el lanzamiento del segundo larga duración de The Wizards, el mejor Azkena Rock Festival de la historia o la sobresaliente actuación de Ryan Adams en Mad Cool. Sí, el "Appetite" cumple treinta años y este es mi homenaje.



Se habrán escrito muchas cosas estos días. Solo he leído dos. El emotivo texto de mi querido Manuel López Sacristán para Diablo Rock (http://diablorock.com/2017/07/21/especial-guns-n-roses-30-aniversario-appetite-for-destruction/) y el 10 sobre 10 que Pitchfork le dedicó hace unos días (http://pitchfork.com/reviews/albums/guns-n-roses-appetite-for-destruction/). No necesito más. Alimentarme como si fuera un vampiro de la energía eterna y familiar de Manuel y ver que la recalcitrante y estupidamente moderna Pitchfork sucumbe a la realidad.

Si me animo a escribir este texto es para intentar sumar mis ideas más recientes ( llevaré como cinco años dándole vueltas a estos laberintos sin salida) al universo fan de uno de los mejores discos de la historia del rock n' roll, cuando no el mejor, que además, es uno de los mejores discos de mi historia. Más concretamente, el segundo mejor disco de mi historia tras los "Use Your Illusion".  Pudiendo ir de poser cínico, decir la verdad en este momento debería servir para ganar algún punto en sinceridad.

Una de las cosas que más me fascina es que Guns N' Roses gracias a su ópera prima lograron algo realmente complicado que probablemente no se haya vuelto a repetir nunca en toda la historia del rock n' roll: hijos de una escena, herederos de todos los clichés, tics, elementos escénicos e imaginería de la propia escena, lograron, con un solo disco, no solo trascender totalmente a su propia escena hasta alejarse por completo de ella y establecerse a años luz de distancia, sino que lograron trascender a la propia década que los vio nacer y a la que los vio crecer. Es más, lograron trascender al propio rock n' roll colocando su nombre al lado del de los grandes dioses del mejor invento de la humanidad. 

Nada de aquello que se ha llamado de tantas formas (hard rock angelino, glam metal, hair rock, hard rock 80's, sleazy rock...) anterior al "AFD" se acercaba a la grandeza que escondían sus surcos y, pese a que decenas de bandas murieron en el intento, ninguna logró acercarse tras su salida al mercado. Siendo fan de todo aquel entramado de ridículas ínfulas ocultas tras toneladas de maquillaje, laca y spandex, una aseveración así da algo de vértigo. No obstante, lo cierto es que es así. 

Guns N' Roses lograron aunar todos los tópicos del rock n' roll, los conocidos, los narrados, los imaginados por el último fan en su habitación de cualquier ciudad industrial de cualquier país de occidente y muchos de los que todavía estaban por aflorar y lo hicieron a lo largo de una docena de temas imbatibles. Axl, Slash, Duff, Izzy y Steven actuaron como "una profecía que se cumple a sí misma", cumplieron al dedillo con todo lo que se podía esperar de ellos, incluso estuvieron a punto de pasar a la historia como otra banda con un gran debú incomprendido por el gran público pero, afortunadamente, no llegó a ocurrir. Y pese a beber como nadie, drogarse como nadie, ser más rastreros que nadie, vivir de sus novias, montar jaleo allí por donde pasaran y reírse de la industria hasta en las manos que no llevaban ninguna carta, pese a ser la típica banda de rock n' roll que cabía esperar y que marcaban los tiempos que corrían, dejó atrás todo aquello por una única y sencilla razón: por talento. Aunque algo me dice que algo que es único no debería ser entendido jamás como sencillo. 

En GN'R explotó la química humana de cinco ratas de cloaca con un hambre incontrolable por comerse el mundo en algunos casos, por ser simplemente alguien en otros o por hacer aquello con lo que siempre habían soñado. Se suele decir que uno más uno no siempre son dos. En el caso de GN'R está claro que eran cinco pero tenían más fuerza que el mayor ejército conocido. Un rompecabezas que encajó a la primera. Extremos que se tocan y que crean una gran energía, deslumbrante, bella y atractiva pero que inevitablemente se sobrecargan y explotan por puro desgaste. Porque la lucha de gigantes es aterradora y erosiona hasta a los colosos. 

Creo que una de las principales razones por las que GN'R logró trascender a su propia escena y escribir su nombre junto a los de los grandes dioses del rock n' roll fue porque, pese a que estilísticamente todo estaba ahí, lograron resultar creíbles. No eran un grupo de chicos jugando a ser malos, pintándose y poniendo cara de malotes en las fotos promocionales. Eran directamente el mal.

La vida de Poison, Motley Crue, Ratt y tantas otras bandas transcurría esencialmente de noche, rodeados de excesos con sexo y drogas de protagonistas. Con el peligro como principal compañero de viaje. Al menos, eso decían sus letras y, en el caso de Motley Crue, a veces hasta lo rozaron. Pero había algo naif en su historia. Como si fuera una  historia que enganchaba pero que no estaba cerrada correctamente y que, por lo tanto, dejaba un regusto amargo. 

Sin embargo, Guns N' Roses le ponían la banda sonora perfecta a todos los tópicos de su escena y del rock en general. Mediante un sonido áspero pero afilado, grosero, nocturno, sangriento y, por qué no decirlo, gótico. El "Appetite for Destruction" es un disco envuelto en cuero negro, con una navaja goteando sangre, esperando desafiante en el fondo de un sucio y maloliente callejón. El peligro era latente. Y su arranque, aunque me he prometido no hablar del disco canción por canción porque eso ya se ha hecho suficientes veces a lo largo de los últimos treinta años, era simplemente ejemplar. Una canción de bienvenida al infierno, otra sobre salir de juerga como si se tratase de un misil que busca y destruye, la siguiente sobre emborracharse con un vino peleón y sentirse poco menos que un dios en un entorno épico de cartón piedra, otra sobre mandar a la mierda a todos los que quieren comerte la cabeza, otra sobre pincharse heroína y, para cerrar la cara a, el único tono blanco en la variedad de negros y oscuros: un himno a la fiesta y al sexo bastante bien pensado para cerrar los conciertos de la mejor manera posible. Bueno, la cara b empezaba con una sobre una hija de un actor porno... y termina con una dedicada a una groupie a la que además le ponen gemidos reales mientras un miembro de la banda mantenía relaciones sexuales reales en el estudio con la novia de otro miembro de la banda. Definitivamente GN'R eran reales y consecuentes con la devastación que proclamaban en sus letras.

Hace unos meses escribí para Popular 1 un artículo sobre el black metal en Noruega en los 90. La tesis principal de aquel extenso artículo era la siguiente: el black metal noruego, aquella escena, había logrado hacer real todo su mensaje de caos y destrucción. Y lo hizo pese a que aquello no girase exactamente en torno a un juego de niños. Asesinatos, profanación de tumbas, quema de iglesias... aquello no iba de escupir a una bandera o echarse un eructo en televisión con los dientes sucios de quince días. Pues bien, en cierto modo, Guns N' Roses hicieron real todo aquello que en sus predecesores era, en un 80%, parafernalia literaria pobremente escrita. No solo narraba con pelos y señales todo aquello que supuestamente rodeaba al hard rock y a Los Angeles a mediados de los 80. GN'R lo presentaban al mundo como un documento real. Los padres de América, y los del resto del planeta blanco, ya no tenían que echarse las manos a la cabeza porque era lo que se esperaba de ellos aunque Poison fueran completamente inofensivos. Gracias a GN'R podían hacerlo en condiciones. Podían albergar una preocupación real que solo Vince Neil y Tommy Lee podrían igualar. Si había alguien con quien tus hijos e hijas no tenían que pasar una noche esos eran GN'R. 

El caso de GN'R es curioso en sus grandezas y en sus miserias. De ser un miembro llano de esa especie que resulta ser "la profecía que se cumple a sí misma", a destrozar el concepto porque de tanto cumplir con lo que se espera de ellos acaban siendo tan reales y demoledores que todo el mundo se rinde a sus pies. Pero esa química que les daba el poder se encargó de quitárselo en apenas cuatro años. Lo que tardaron en parir otra obra maestra: "Use Your Illusion I & II". 

Hace poco, Miguel de HighLights, me preguntaba que si prefería los "Illusion" por encima de "Appetite". Que si me parecían mejores. Le dije que sí. Luego que no. Luego que eran cosas distintas. Ese puede ser su mayor punto a favor a la hora de evitar la típica confrontación entre dos obras gigantescas tratando de que prevalezcan unos términos por encima de otros. Que el "Appetite for Destruction" es la constatación musical y literaria de un modo de vida y, los "Illusion", de otro. De una inevitable evolución de la anterior. Porque la historia de GN'R parece un guión bien escrito. Con una presentación exhaustiva que con pelos y señales ponía en el mapa angelino a cinco deshechos humanos con un don para la música. Ese mismo guión los pone en el ojo del huracán. Los convierte en la siguiente gran banda en un momento en el que Sunset Strip debía de estar repleto de siguientes grandes bandas. Les da el contrato, el disco y con él, un punto de tensión porque el éxito no llega. Pero al final el disco explota, se corrobora todo el talento descontrolado que, por una vez en la historia, confluye. Pero el poder, aunque sea un poder hipotético producido por el exceso de talento tiene que pasarte factura y tiene que llevarte a la autodestrucción. Y eso llegó con los "Illusion", para bien, un disco cuadruple sobresaliente que pasó a ser la banda sonora de la vida de toda una generación, y para mal, acabó agotando a los miembros de la banda y abocando a la banda a su autodestrucción. Cumpliendo con la máxima, con el apetito por la destrucción. Aunque mejor hubiera quedado, en este punto, apetito por la autodestrucción. 

Ya que he hablado de un término sociológico, el de la profecía que se autocumple, pondré sobre el tapete otro de los escasos recuerdos que tengo sobre mis años lectivos. Mozart. Recuerdo leer una especie de biografía en la que se expone a Mozart como a un genio indudable al que la situación le obligó a destacar. O más bien, que su estrategia para salir del ninguneo al que le sometía su padre pasó a ser destacar. Sin comparar talentos, me gustaría pensar que con GN'R pasó algo similar solo que la razón principal tenía más que ver con la suma de los cinco miembros. Si Axl Rose no hubiese sido un talentoso hijo de puta, si Slash no hubiese sido un talentoso conspirador en la sombra, si Duff hubiese querido ser más que el bajista punk de la banda, si Izzy no hubiese nacido en Lafayette y no hubiese entendido mejor que nadie lo que querían sus compañeros de banda y si Steven hubiese sido más inteligente de lo que es, GN'R no hubieran sido posibles y, presumiblemente, ni el mejor equipo de guionistas pudiese haber escrito una historia mejor que la suya.

En fin, Guns N' Roses están vivos. Aunque muchos dirán que no. Pero lo están, igual que tú y que yo si estás leyendo esto. Solo que tú y que yo, al igual que GN'R, no somos los de nuestros recuerdos. Los GN'R actuales de Axl, Slash y Duff no son los que grabaron el "AFD" hace treinta años pero es que yo tampoco soy el que en 1991 los escuchó conscientemente por primera vez. "Appetite for Destruction" es el último gran disco de un rock n' roll y el último gran disco del rock n' roll junto a "Nevermind" si aceptamos a Nirvana como rock n' roll contra su propia voluntad. Escucharlo una vez a la semana ayuda a liberar tensiones, violencia y a ejercitarse físicamente bailando y haciendo headbanging.


"With your bitch slap rappin' and your cocaine tongue you get nothin' done"

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